En un mundo amenazado cada vez más por desastres humanitarios y naturales, donde el principal responsable es la globalización del modelo de explotación capitalista, la cual se ha exacerbado en los últimos años bajo el influjo de la implosión de los distintos experimentos de construcción socialista en Europa Oriental y la URSS, se plantea la necesidad de construcción de una alternativa real al capitalismo como sistema metabólico social predominante. La pertinencia del Socialismo en el siglo XXI parte de los agudos problemas que ha conllevado la última fase del Capitalismo y de la autocrítica superadora de los errores del Socialismo del Siglo XX.
Haciendo una caracterización necesaria, la sociedad mundial actual se inscribe en las relaciones sociales capitalistas de explotación, dominación y subordinación. Lo que se conoce como globalización es la internacionalización sin precedentes del Capital, no hay país del mundo que se encuentre hoy aislado de esta realidad, que beneficia a unas pocas naciones súper-industrializadas y condena a otras a la dependencia, el atraso y la miseria. Esto expresa el desarrollo desigual producto entre otras cosas de la división internacional del trabajo, del Imperialismo donde cada ves la mayor riqueza de unas naciones se traduce en el incremento de la pobreza de otras.
Hoy las contradicciones sociales fundamentales son la amenaza de la supervivencia de la vida en el planeta producto de la naturaleza eco-depredadora del capitalismo, y por otro lado la misma descrita hace 160 años por Marx y Engels, la contradicción Capital-Trabajo, que se traduce en la socialización creciente de la producción de la riqueza frente a la apropiación privada de la misma. Esto se manifiesta de la siguiente manera; mientras la distribución de la población indica que en el mal llamado Tercer Mundo o naciones dependientes vive el 80 % de la población mundial y en las naciones altamente industrializadas vive el 14 % de la población humana, en la escala de distribución de la producción de riqueza esta relación se invierte, mientras a los países periféricos le corresponde el 20 % a las naciones imperialistas les corresponde el 78 % de la distribución de la producción de la riqueza.
Otras estadísticas nos revelan la ignominiosa situación que vive nuestro mundo producto de las desigualdades y las asimetrías: Hoy en día (Millet, Toussaint, 2005):
- El ingreso anual del 1% más rico de la población mundial equivale al del 57% más pobre del planeta; Se calcula que 1.200 millones sobreviven con menos de 1 dólar por día; Las 238 personas más ricas del mundo concentran una riqueza similar a los ingresos de las 2.300 millones de personas más pobres del planeta;
- Unas 840 millones de personas sobreviven en la hambruna; Cada 3 segundos muere una persona de hambre.
- Diariamente mueren en el mundo 30 mil niños por enfermedades curables;
- En el Tercer Mundo 1 de cada cuatro niños no recibe las vacunas básicas, es por eso que 1 de cada 6 niños muere antes de los 5 años de edad;
- 2 mil millones no tienen acceso a la electricidad;
- 40% de la población mundial no posee condiciones sanitarias básicas;
- 1100 millones de personas no tienen fuentes seguras de agua potable;
- Finalmente existen tragedias sociales tales como la existencia de 854 millones de analfabetas, de los cuales 554 millones son mujeres, además que el 60% de los menores no escolarizados son niñas, lo que demuestra que la realidad de las mujeres sigue siendo más desfavorable que la de los hombres.
Esta realidad es lamentable si consideramos que el comandante Fidel Castro ha expresado que con solo 10 mil millones de dólares sería suficiente para reducir a prácticamente 0 el analfabetismo a nivel mundial, considerando esta cifra comparémosla con el grosero presupuesto militar anual de los EEUU de 450 mil millones de dólares.
Estas son sólo algunas de las perniciosas consecuencias que ha traído el desarrollo del capitalismo imperialista, fundamentalmente con la aplicación de las criminales políticas neoliberales que han arrollado a pueblos enteros en las últimas décadas, produciendo deudas externas infinitas, aparatos productivos totalmente destruidos, deterioro y disminución creciente del gasto social (salud, educación, vivienda, etc.), desastres ambientales, precariedad laboral y desempleo crónico, entre otros efectos negativos.
En este sentido el capitalismo para asegurar su proceso constante de acumulación ampliada, debe elevar permanentemente sus índices de extracción de plusvalía, por dos vías, elevando los niveles de extracción de plusvalía absoluta y por medio de la explotación de la plusvalía relativa. La primera consiste en intensificar gradualmente la productividad del trabajo, aumentando el tiempo de trabajo, para esto en los últimos años se han aplicado políticas de desregularización laboral, que implican un retroceso de la sindicalización y otras conquistas logradas por la clase obrera durante el siglo pasado. La segunda vía consiste en la aplicación de grandes avances tecnológicos para elevar exponencialmente la productividad del trabajo, sin embargo este hecho que debería ser liberador, por el contrario eleva los niveles de explotación de la clase obrera, porque lo que antes producía en un tiempo determinado ahora lo produce en mucho menor tiempo, pero la jornada laboral sigue siendo la misma. Eso sin contar que hoy el Capitalismo que actúa de forma más agresiva es el especulativo lo cual ha desplazado cada vez más la producción por la estafa especulativa y el parasitismo.
Por otro lado, el capitalismo en su última y actual etapa imperialista ha perfeccionado, como nunca antes lo hizo ningún otro sistema de explotación y dominación, su capacidad de enajenación cultural e ideológica utilizando las más eficaces herramientas tecnológicas de la comunicación, ha logrado una suerte de vaciado de la subjetividad de los dominados, lo cual es un gran desafío para todos los revolucionarios quienes pretenden transformar radicalmente el mundo sacándole de la barbarie que implica el capitalismo, e iniciar la verdadera historia de la humanidad liberada a si misma y plenamente desarrollada.
Entre los elementos fundamentales que caracterizan la ideologización capitalista se encuentran la naturalización de las relaciones sociales e históricas de explotación, es decir, presentar la lucha de clases, la presencia de ricos y pobres, la opresión a la mujer, al joven, al negro o la extracción de plusvalía (trabajo cristalizado no retribuido) como elementos naturales eternos siempre existentes y presentes a lo largo de la historia de la humanidad, elementos inherentes a nuestra especie. Lo anterior es evidente tan solo prestando un poco de atención a los diversos contenidos, incluso los aparentemente “inocentes”, de las industrias culturales (televisión, cine, radio, editoriales, etc.).
De esta forma, el capitalismo en las últimas décadas ha demostrado su terrible capacidad destructiva de las dos principales fuentes de riquezas; la naturaleza y la humanidad.
Por un lado se encuentra en peligro la supervivencia de los diversos ecosistemas y la vida del planeta producto de la lógica eco-depredadora del Capital.
Y por otro lado la humanidad está sometida a la más cruel explotación producto de la contradicción Capital-Trabajo; a la opresión sistemática de los Estados gendarmes y policías del Capital; a la opresión patriarcal que condena a las mujeres a una terrible explotación, opresión y subordinación frente al hombre dominante; a la opresión adulto-céntrica que condena a los jóvenes a un segundo plano frente a la sociedad adulta; al etnocentrismo occidental que arrolla a las culturas originarias y milenarias de los cinco continentes, por medio de la exportación del Pensamiento Único (Ramonet 2003); y en fin a la ignominiosa exclusión que invisibiliza a millones de personas, las cuales expulsa de los derechos humanos básicos como son los servicios sociales fundamentales, tales como la educación , la salud, la alimentación, la vivienda entre otros.
Toda esta realidad dantesca nos coloca en el dilema planteado por Marx y popularizado por Rosa Luxemburgo de “Socialismo o Barbarie”.
El Socialismo es imprescindible para liberar a la humanidad de las consecuencias nefastas del Capitalismo, no se trata de caprichos o deseos de trasnocho, es una necesidad histórica, millones de personas, culturas y ecosistemas tienen su existencia amenazada de no transformarse de forma radical y oportuna la situación presente.
Frente al capitalismo que ha mostrado su característica per se bárbara y mortal debemos oponer la construcción del Socialismo en estos nuevos tiempos, El Socialismo para este siglo XXI.
Por: Luis R. Delgado J.
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